Por favor no me canceles la visa, Trump

 Por Jorge Alberto Ricavar Rivera


Ver a los republicanos de extrema derecha escandalizados por el nuevo episodio de South Park fue una de esas pequeñas delicias que te arreglan la semana. Lo mejor era revisar sus perfiles de X (antes Twitter). Muchos habían compartido recientemente la foto de Joey Chestnut que decía “World Champ”
-campeón de la competencia anual de hot dogs en Coney Island-, quien rompió récords comiéndose 70 hot dogs en 10 minutos. El tipo de cosas que solo un curso avanzado de ciudadanía estadounidense te enseñaría celebrar.
 
Mi adicción a South Park perturba a mi novia. Me pregunta “¿Qué estás viendo?” Le digo que es la única caricatura con una coreografía ideológica de política moderna capaz de generar controversia, intriga, vulgaridad y un fervor digno del escándalo Lewinsky. Es lo que me regula el sistema nervioso después de un largo día. Como a ella, The Summer I Turned Pretty.
 
Hoy escribir una reseña es una tarea complicada. Primero, por culpa del mercado, que implícitamente siempre arroja al lector la pregunta vulgar sobre su rol de consumidor: ¿Deberías ver esto?
 
Segundo, no hay una forma decente de comenzar a desempacar esta discusión sin antes detenernos un momento en el término coloquial, ambiguo que es: Wittgenstein.
 
Wittgenstein, el filósofo, creía que los problemas más serios y las preguntas más profundas solo se pueden discutir a través del humor. La sátira política es en este sentido: humor que refleja su dolor e intenta redimirlo.
 
Sin embargo, la ironía y el humor suelen convertirse en una forma de fingir que se está protestando… cuando en realidad no se está protestando.
 
El canto del pájaro que ha llegado a amar a su propia jaula. Esa es la bivalencia
De este humor oscuro que oscila entre ser una alarma para abrir los ojos… o una anestesia para el dolor.
 
Mientras que el país debatía si South Park habia cruzado una línea, Matt y Trey Parker (creadores de la serie) firmaban un contrato por mil quinientos millones de dólares. Todo para mostrar a Trump en cama con Satanás. Literalmente.
 
Y justo cuando crees que no podía ponerse peor, el episodio termina con una parodia al movimiento “US” (nosotros), sobre la nueva era cristiana 2.0 que parece un culto de Jordan Peterson. El mensaje es claro: ser contracultura, incluso si los fanáticos de Joey Chestnut se horrorizan.
 
La “Cancel Culture” (cultura de cancelación) ya no solo es un mito. The Late Show, de Stephen Colbert anunció días después de burlarse de Trump que seria cancelado en mayo de 2026 tras veinte años al aire.
 
Me atrevo a decirlo: South Park es la última contracultura legitima que le queda a Estados Unidos. Muerde de la forma que Hollywood quisiera. El movimiento “Woke” con una Sirenita progresista y Disney inclusivo parece no funcionar.
 
¿No me creen? Vayan a ver Happy Gilmore 2. Creo que es lo peor que he visto en mi vida.
 
Si creen que Matt y Trey fueron domesticados por el sistema, recuerden que
En 2015, ambos asistieron a los premios AVN (Premios Adultos) en Las Vegas. Un amigo director los metió al set de una escena como “fotógrafos”. Cuando llegaron los inversionistas a observar el rodaje, uno de ellos se puso una gorra y lentes oscuros y se hizo pasar por el director. De pronto comenzó a gritar órdenes ridículas y absurdas durante la escena. Los inversionistas salieron horrorizados.
 
En un mundo donde todo se lo lleva la corriente, South Park se niega a hacerlo.
 
Solo lo vivo nada en contra.


ricavar_jorge@live.com.mx