Por Leilany Luna, Elizabeth Muñoz, Guadalupe Galván
Hablar de racismo implica hablar de desigualdad sistémica que oprime a miles de personas racializadas. Esta problemática no ha dejado de ser vigente en México y el mundo, en el primer caso, el mito del mestizaje ha sustentado y fortalecido el discurso y las prácticas que limitan el acceso igualitario a derechos básicos, y, por tanto, promueven la desigualdad sistémica.
Frente a ello, la acción colectiva no ha dejado de ponerse al pie de lucha. Movimientos como Basta Racismo MX, han impulsado la agenda antirracista, reconociendo el racismo como un problema estructural que requiere especial atención, para conseguir un país más justo e igualitario.
Racismo cotidiano, exclusión sistémica
En México, el racismo estructural opera de manera silenciosa, pero profunda, moldeando las oportunidades de vida de millones de personas indígenas, afromexicanas y racializadas. Lejos de ser un fenómeno aislado o del pasado, el racismo está incrustado en las instituciones, las leyes, los discursos oficiales y las prácticas cotidianas que perpetúan la desigualdad y la exclusión. Esta forma de discriminación no solo vulnera los derechos humanos, sino que tiene consecuencias tangibles en el acceso a la educación, el empleo, la salud, la justicia y la calidad de vida de las comunidades racializadas.
Pese a la negación histórica del racismo en el discurso nacional —que ha exaltado el mito del mestizaje como símbolo de igualdad—, las estadísticas y las experiencias vividas demuestran que el color de piel, el origen étnico o la lengua hablada siguen siendo factores que determinan el destino de las personas en México. Por ello, es urgente nombrar, analizar y confrontar el racismo estructural como un problema de justicia social y democracia.
Hasta la década de los años setenta persiste la controversia sobre la pretendida validez científica de las teorías racistas. Se trata de una polémica que, por demostrar la inexistencia de las razas y culturas superiores e inferiores, equivoca el rumbo para analizar el racismo. A lo largo del siglo XX, México construyó una narrativa de mestizaje como ideal de identidad nacional, que si bien pretendía fomentar la unidad, invisibilizó a pueblos indígenas y afrodescendientes, y encubrió formas sistemáticas de discriminación. El énfasis en la «mezcla armónica» de culturas sirvió como cortina de humo para negar el racismo estructural, negando al mismo tiempo la pluralidad étnica y cultural que define realmente al país.
Hoy, seguir discutiendo si existen razas superiores o inferiores es perder el tiempo frente a un sistema que produce desigualdad todos los días. Lo urgente es reconocer que el racismo en México no es un error del pasado, sino una práctica vigente que se expresa en los salarios, en los medios de comunicación, en la falta de representación política, en el acceso desigual a la justicia y en la violencia cotidiana que enfrentan personas indígenas, afrodescendientes y otras comunidades racializadas.
¿Cuánto le cuesta el racismo a México y al Sur Global?
El racismo sistémico es un problema global. Uno de los aspectos en los que más impacta es la dimensión socioeconómica, ya que impide que las personas desarrollen todo su potencial de manera justa y digna. Y, al mismo tiempo, tiene repercusiones en el diseño e implementación de políticas públicas, sostenibilidad, cuidado del medio ambiente y territorio, entre otros.
De acuerdo al estudio El costo de los estereotipos mediáticos para África: La relación entre los medios de comunicación, la inversión y el desarrollo económico realizado por Africa Practice en 2024, los medios de comunicación desempeñan un papel importante en la formación de percepciones generales sobre los países como destinos de inversión influyendo directamente en el sentimiento de los inversionistas y en su percepción del riesgo, lo cual es crucial para las decisiones sobre asignación de capital y las condiciones bajo las cuales los países pueden endeudarse. Un estudio de Cathcart et al. (2019) encontró que el sentimiento mediático tiene una correlación significativa (10 %) con el riesgo crediticio soberano. Esto se puede observar en los países con mayores tasas de interés en sus bonos, ya que, suelen ser percibidos por los inversionistas como «más riesgosos» y, en consecuencia, pagan intereses más altos en sus préstamos, abonando con esto a perpetuar la desigualdad.
Este fenómeno no es exclusivo de África. En Brasil, por ejemplo los brasileños negros, siendo quienes más sufren la violencia por parte de las fuerzas del orden. En 2018, la policía mató a 6,220 personas en Brasil, y aunque las personas negras representan aproximadamente la mitad de la población nacional, el 75 % de las víctimas eran negras (Sakamoto, 2019).-
Un estudio del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) realizado en 2019 reveló que el ingreso promedio de los trabajadores blancos era un 74 % más alto que el de los trabajadores negros y pardos, una brecha que se ha mantenido estable durante años. Incluso con el mismo nivel educativo, los hombres afrobrasileños ganaban solo el 70 % del ingreso de hombres blancos comparables, y las mujeres afrobrasileñas ganaban apenas el 41 %.
En el libro Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad social en América Latina: retos para la inclusión se analiza cómo las mujeres afrodescendientes siguen en procesos de disparidad que las dejan en condiciones poco favorables para el desarrollo de sus carreras: “Los mercados laborales latinoamericanos se caracterizan por una acentuada segregación y segmentación, como consecuencia de los elevados grados de heterogeneidad estructural y de los nudos constitutivos de la desigualdad de género”, se lee en el texto. “Además, como se ha señalado, existen profundas desigualdades étnico-raciales que derivan en una mayor concentración de personas afrodescendientes en ocupaciones de baja calificación, informales y con mayor precariedad e inestabilidad laboral. La vivencia simultánea de esos dos ejes estructurales de la desigualdad, además de la persistencia del racismo y diversas formas de discriminación racial en el mercado de trabajo, hace que las mujeres afrodescendientes sean las más afectadas”.
En 2021, Alexandra Haas Paciuc, presidenta del CONAPRED, refirió “el problema puede aún compararse dentro del sector laboral, donde hay una situación desfavorable y baja participación de las mujeres. (…) A México le falta mucho por hacer, ya que nuestro país pierde 240,000 millones de pesos (mdp) anuales por la desigualdad en los centros de trabajo”.
Combatir el racismo requiere políticas públicas interseccionales, medios de comunicación responsables y un replanteamiento del sistema sumamente desigual en el que vivimos día a día. El costo de no hacerlo seguirá siendo pagado por las personas más vulnerables.
La respuesta desde lo colectivo
Frente al sistema racista profundamente arraigado en la estructura sociocultural, política y económica, la lucha colectiva se vuelve imprescindible. La transformación y combate al racismo estructural requiere no solo de la voluntad individual, sino también de la colectividad, de alianzas y de la acción continúa de movimientos sociales comprometidos con la causa.
Bajo este contexto, asociaciones como Basta Racismo MX, constituida legalmente en el año 2023, ha emergido como parte de actores claves en la agenda antirracista mexicana. Desde su fundación, esta organización, compuesta por personas interdisciplinarias, promueve una serie de acciones que van desde la visibilización mediática, hasta la generación de proyectos colaborativos nacionales e internacionales, que han fortalecido la identidad histórica y el saber colectivo de derechos básicos que no siempre se han ofrecido a las comunidades más afectadas por este sistema.
A través de la mirada interseccional, la organización reconoce la interconexión con otras opresiones como el patriarcado, el clasismo y el colonialismo. Por ello, promueve una justicia social integral, en pro de comunidades afrodescendientes, indígenas y prietas, reivindicando las identidades racializadas. Por medio de la formación, investigación conjunta y apoyo a movimientos territoriales, la asociación contribuye a la reconstrucción de una narrativa distinta, en donde se dignifica la historia mexicana, a través de las voces de los grupos que han sido históricamente invisibilizados.
Superar el racismo implica más que la voluntad política, es necesaria la transformación cultural y justicia histórica. A partir de ello, la lucha colectiva se vuelve un motor principal para posibilitar pensar en un país diverso, en condiciones de igualdad justas para todas las personas. Basta Racismo MX, apuesta por dejar de negar el racismo con discursos nacionalistas y comenzar a mirarlo de frente: en las escuelas, desde casa, en nuestras formas de expresarnos. Solo así podremos aspirar a una sociedad realmente igualitaria y plural.
Bibliografía
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SEMBLANZAS
Leilany Luna
Leilany Luna Rodríguez, mujer afromexicana y antipatriarcal, es originaria de Camotichán, comunidad ubicada en la Costa del estado de Oaxaca. Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad del Mar, ha dedicado siete años al activismo en el Ateneo Nacional de la Juventud (ATNAJU, AC). Es parte de la Red de Mujeres por el Desarrollo y Empoderamiento del Estado de Oaxaca (REMUDE).
También colabora con Basta Racismo AC, como coordinadora de activsmo y ejerce como Vicepresidenta del Ateneo Nacional de la Juventud A.C.. Ganadora de la Beca del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM para la elaboración de Tesis de Licenciatura y del Mérito Ateneísta 2023, Delegada de la Local Conference Youth (LCOY) Cumbre Climática Nacional en el 2023, participó en la Escuela de Liderazgo Comunitario en poblaciones jóvenes de América Latina y el Caribe, 2023. Tiene certificado de Estudios Afrolatinoamericanos por el Afrolatin American Research Institute at the Hutchins Center at Harvard University 2023 – 2024. Su meta es contribuir a la sociedad generando espacios de conciencia sobre el racismo y la discriminación en México.
Rocío Elizabeth Muñoz Santamaría
Licenciada en Economía por la Universidad Panamericana, ha centrado su trayectoria en la intersección entre políticas públicas, derechos humanos y justicia social, con especial énfasis en género, antipunitivismo, infancias y poblaciones en situación de vulnerabilidad. Actualmente coordina proyectos de procuración de fondos en el Colectivo Algaraza, donde diseña y evalúa iniciativas para personas privadas de la libertad, además de gestionar convocatorias clave para la sostenibilidad de programas sociales.
Su trabajo en incidencia política incluye la coordinación de estrategias antirracistas en Basta Racismo A.C. Previamente, como coordinadora del proyecto CUSP (Universidad de Glasgow), impulsó metodologías participativas con migrantes, comunidades indígenas y víctimas de violencia de género, fortaleciendo capacidades locales en gestión de proyectos y sostenibilidad. Destaca su experiencia en evaluación de programas sociales, como el análisis del currículum de la Nueva Escuela Mexicana para CGenera y la facilitación de grupos focales con infancias en zonas vulnerables de la CDMX.
Su producción académica abarca temas de paz sostenible e injusticia cultural, con publicaciones en revistas internacionales y participación en conferencias como Cultures of Sustainable Peace (Ghana). Cuenta con formación especializada en derechos humanos por UNICEF, el Comité Cerezo y ASILEGAL, además de certificaciones en enfoque antipunitivo y perspectiva de género. Actualmente, combina su labor en procuración de fondos con la docencia y la participación en colectivos feministas y de defensa de derechos humanos.
María Guadalupe Galván García
Licenciada en Sociología por la UNAM, ha enfocado su trayectoria en la prevención de la violencia política contra las mujeres y la promoción de la igualdad de género. Ha coordinado proyectos clave con instituciones como el INE y la Secretaría de las Mujeres del Estado de México, además de participar en investigaciones sobre grupos históricamente discriminados. Fue reconocida con el Napolitan Victory Award 2024 en la categoría Young Leadership Awards por su compromiso con la justicia social. Ha impartido cursos sobre igualdad y no discriminación para personal del INE y colaborado con organizaciones como AsiLegal, el Ateneo Nacional de la Juventud y el Observatorio Juvenil de la CDMX. Su formación incluye una estancia en la Universidad Complutense de Madrid y múltiples capacitaciones en género, derecho electoral y políticas públicas. Actualmente, es docente en la FES Aragón, coordina el Diplomado en Mercadotecnia Política y Electoral, y forma parte de diversas colectivas feministas y de derechos humanos, como CIDDHH y Basta Racismo.