I Hope, I Think, I Know. El regreso de OASIS

Por Margot Cortázar

Un vaso hirviendo de café capuchino se estrella en mi cara. Montones de cláxones suenan sin parar. Quema, arde y un estruendoso rechinido de llantas me regresa y pone en la realidad. 

Silencio. Todo se detiene.

La pantalla de mi teléfono vuelve a ser pequeña. La calle, la noche y un fuerte olor a vainilla y petricor se intensifican en mi mente. Hace frio, algo caliente escurre de mi pelo, es café. A unos metros de mí, yace sobre un charco de agua, el cuerpo inmóvil de un hombre vestido completamente de amarillo. El semáforo refleja sobre él, la luz de stop, la luz roja intensifica la sangre que sale de su cabeza y su nariz. Una lluvia suave y delgada dramatiza la escena. 

Fue embestido por una jeep morado.¡Me caga el color morado¡ 

La escena es trágica. Algunos conductores se orillan para poder asistirlo, otros más, llaman al 911. 

El capuchino sabor vainilla escurre por mi cara y entre el chipi chipi y el café, no puedo ver. El olor a vainilla  se vuelve nauseabundo, los cláxones no parran de sonar. Una moto se pasa el rojo e intenta perseguir al jeep morado que huye a toda velocidad sobre Ángel Urraza. Gritos, cláxones, caos.

Mi teléfono celular vibra, es una llamada. La llamada. Una llamada que de verdad debo contestar. Quería contestar, pero me escurre café hirviendo de la cara y el pelo, en forma de gotas gruesas que caen al teléfono como el goteo de sangre de la nariz del hombre de amarillo, tengo las manos resbalosas y lo suelto; se desliza de mis manos en camará lenta. Cae al suelo. El celular cae de punta y la pantalla se rompe a la mitad, como se me rompe la razón al mirar “llamada perdida”. 

Sirenas de ambulancias, congestionamiento vial y una y otra vez ese rechinido de llanta se repite e intensifica en mi cabeza como un taladro en una tabla de madera que se rompe, las luces rojas de los autos y la sirena de la ambulancia me distraen del momento importuno de la llamada que esperé desde hace una década.

Es ella. Es ella, buscándome. No lo puedo creer, es ella. Después de 10 años sin cruzar palabra, se le ocurre marcarme precisamente un 2 de octubre a las 6 pm. 

Black out.

Hola, soy el paramédico Ricardo Navarro, estoy aquí para ayudarte. ¿Cuántos dedos ves? ¿Cómo te llamas? No te muevas. Dime conexactitud, ¿Dónde te duele? Aquí, aquí, no te vayas. 

Soy yo el que está tirado en ese charco. ¡La puta madre¡. Estoy vestido de amarillo. ¿cómo llegué ahí? Debo estar soñando. Llevo una década sin usar amarillo. ¿Por qué hoy, por qué si es bien sabido que el amarillo atrae al morado? Me tocan la cara y las manos.

Hola, soy el paramédico Ricardo Navarro, ¿Cómo te llamas? ¿Me escuchas? Hola. Eso, es aquí, mírame. Dime con exactitud, ¿Dónde te duele? ¿Cómo te llamas? 
-Clemente Navejas 
A ver, Clemente, ¿Sabes qué día es hoy? 
-Si, 2 de octubre del 2024
¿Qué fue lo que te pasó?
-Estoy vestido de amarillo, intentaba cruzar la calle, mi celular sonó, trate de contestar porque se trataba de ella, pero olvidé que el amarillo atrae al morado. Solo vi pasar sobre mí una mancha morada.
Dime, exactamente ¿Dónde te duele?
-Me duele todo. Hasta los párpados.

El teléfono celular vuelve a sonar. Es ella. 

-Por favor, déjame constestar.

Veo borroso. El paramédico pasa su dedo por la pantalla touch de mi teléfono y ahí estamos otra vez, ella y yo. La voz no miente.

-¡Hola¡ 

-Hola ¿Cómo estás? Soy Elena sin H. Aquí, cumpliendo mi promesa de volverte a hablar cuando se reunieran los hermanos Gallagher. Logré comprar entradas para una de las fechas en septiembre de 2025 y pues te llamo para eso, espero no agarrate ocupado. ¿Estás ocuapao? 

– Holaaaa, qué gusto escucharte, no, pues, mmm… ando en la calle, un amigo me está ayudando con unas cosas. Me sorprende y agrada mucho tu llamada. La verdad, no creí que te acordaras de esa promesa. Pero si algo sigo admirando de ti, es tu palabra. 

Ambulancias nuevas llegan a la esquina de Ángel Urraza y Vertíz. El ruido se vuelve insoportable, casi no escucho la conversación, pero digo a todo que sí. El supuesto café hirviendo que escurre por mi cara es sangre. Ricardo, el paramédico me asiste, lo veo borroso. Me estoy yendo, quien sabe a dónde pero se siente suave y trato de mantener la conversación con Elena, su voz parece la inducción de una larga sesión de meditación, que me lleva por todos los recuerdos que vivimos juntos. El olor a vainilla me da asco. Arcada. Me la aguanto. 

-¿Crees que toquen i hope, i think, i know?

Respondo sí, sin pensar. Sirenas de ambulancia, conversaciones de paramédicos, alguien graba con su teléfono, indicaciones sobre no moverme y respirar, siguen interrumpiendo la conversación que cada vez escucho más lejos pero siento más cerca. Las preguntas de Ricardo se meten a la conversación. 

– ¿A quién le duele, qué? ¿Estás bien? pues ¿Dónde estás?

– Elena, estoy en la calle, en Vertíz y Ángel Urraza, no estoy con ningún amigo. Es un paramédico. No me vas a creer lo que me acaba de pasar, por supuesto, no fue por tu llamada lo que sucedió. Yo venía desde antes metido en el teléfono, justo estaba viendo las tristes noticias, sobre el sould out de OASIS. Me embistió un jeep morado, si, de los que embisten todos los días dos de mes.

Pues, si, si vengo vestido de amarillo. Pensé que era primero de mes. Qué vergüenza que el día de tu llamada me encuentres en estas condiciones, vas a decir, que no he aprendido a cuidarme, y no, no es así, fíjate que ya me cuido más, me hago skincare, corro en las mañanas, gasto menos en cosas que no necesito, hago mis tres comidas con verduras y frutas, bebo agua, tengo pensamientos positivos, medito y me perfumo, hasta crema para las manos uso. No te quiero asustar, ni que creas que esta llamada se trata de mí porque he aprendido que no todo se trata de mí, pero te escucho lejos, quizá es el volumen, no veo muy bien. ¿Tú me escuchas? 

– voy a levantar tu cuello, si sientes dolor, por favor, házmelo saber. Respira profundo a la cuenta de tres. Uno, dos, tres. 

Otros paramédicos me revisan las piernas, la espalda, siento el peso de sus manos, pero no siento del todo, es el “efecto patines” esa sensación de seguir teniendo los patines puestos, cuando te los quitas, luego de pasar horas trepado en ellos, el fantasma de los patines. Algunas partes del cuerpo no las siento y otras las siento de más. ¿Cómo se puede sentir eso?  Es como cuando amas a alguien pero a veces la odias porque hay rasgos de su personalidad que realmente son insoportables. La sensación es como si todo mi cuerpo estuviera dormido, veo sombras de manos por todos lados, siento gasas, golpecitos en la cabeza, una lamparita pasa por mis ojos, la vista va y vine, es como si el día tuviera un dimmer, con el que una deidad juega. Apenas siento en la cara unas leves gotas de lluvia, está fría porque la lluvia de otoño es fría, pienso en la lluvia, en aquella ocasión, que Elena y yo nos besamos bajo la lluvia. Fue el día que me cortó y la última vez que nos vimos. 

Necesito tu atención, aquí. Vas a tener que colgar. Estás sangrando mucho.
-Se me está derritiendo el helado. Siento como si un helado en mi cabeza se derritiera. Por favor, no quiero colgar. Elena no me cuelgues. A ver cántame una canción como cuando estábamos en la playa en el 2013 cuando habías fumado mota, y pensaste que un tronco a lo lejos, en el mar, era un barco de la marina. ¿Te acuerdas? Te entró pánico y tuvimos que meternos a la casa de campaña el resto de la noche. ¿Cuál estabas cantando? ¿sigues ahí? 

 Silencio del otro lado de la bocina. 

¿Es usted familiar de Clemente?. Soy el paramédico Ricardo Navarro, estoy asistiendo a Clemente. Estamos en las esquina de Ángel Urraza y Vertíz. Clemente, está muy mal herido, no sé si vamos a poder trasladarlo a un hospital. Hola, ¿Sabe si cuenta con seguro médico? Está perdiendo conciencia, la vista y sus extremidades no responden, tiene fracturadas en muchas partes del cuerpo. Por favor no cuelgue, él la escucha.
-¿Clemente, me escuchas? Clemente, no llamé solo para invitarte a ver a Oasis, ahora que por fin, se decidieron los hermanitos a darse la mano. Llame por lo mismo, llamé porque quiero pedirte perdón, llevo todos estos años pensando en cómo acercarme a ti, pensando en lo que te hice pasar por indecisa y solo quiero que me perdones, este boleto es una ofrenda de paz.

El paramédico sigue hablando, cada vez más fuerte. Inicia RCP con la mano en forma de puño, expone los nudillos de la mano derecha, los veo con nitidez, y los pasa por el pectoral, fuerte, sin respuesta. Escucho un conteo a lo lejos, los cláxones, alguien llora pidiendo ayuda, es Elena. La lengua se me ha relajado, cae hacia atrás de mi garganta, siento como se me obstruye la vía aérea. Es como un sueño. Ricardo, mete sus dedos en mi boca, como si buscara algo. Me pone la mano en la frente y con la otra me estira el cuello, mi cabeza hace un arco. Entra aire. Respiro. Algo caliente vuelve a regarse en mi cabeza, es el helado de hace rato, otra vez la sensación de helado derritiéndose. Ricardo, acerca su cara a mí, como si quisiera que le dijera un secreto, huele a cítricos, puedo olerlo. No puedo hablar. Me pone las manos en el esternón, presiona una y otra vez. Del otro lado del teléfono, Elena sin H canta, i hope, i think, i know de Oasis: 

As we beg and steal and borrow

Life is hit and miss and this

I Hope, I Think, I Know

And if I hear the names you call

If I stumble catch me when I fall

‘Cause baby after all, you’ll never forget my name

Trato de seguirla pero la escucho cada vez más lejos. Canta y pide perdón; el paramédico le pide que siga cantando, al ritmo de la melodía Ricardo sigue presionando, mientras el otro paramédico me da respiración de boca a boca. Escucho la voz de Elena, quien llora, vuelve a disculparse. 

Quiero decirle que yo la perdoné hace ya varios años, que quiero ir a ver a OASIS. Que no solo ellos entendieron lo del perdón. Que esto fue una pausa, una pausa en nuestras vidas, una muy grande pero que aquí adentro todo está intacto,  como suelen estar las promesas  que se hacen de madrugada con la puerta del baño abierta mientras uno de los dos orina y el otro lo ve con ternura desnudo en la cama. Ya no escucho a Elena del otro lado. Ambulancias, gritos y cláxones lejanos. Black out. Silencio.