Pan para hoy, Circo para siempre

Por Jorge Alberto Ricavar Rivera

La domesticación del Poder Judicial, es el último intento de someter a la ley al deseo de las masas. Pero, ¿cuándo han tenido razón las mayorías?¿Cuándo aprenderemos que, si el voto no arregla la política, mucho menos arreglará la ley? 

Quisiéramos que el voto purificara todo lo que toca. Como si fuera un acto de magia pero, la realidad es que México vive bajo el yugo de gobernantes que hacen maromas para justificar lo injustificable. Un país donde es más fácil y cómodo comprar votos que construir hospitales y abastecerlos de medicinas. 

El problema de la reforma es aun más profundo. ¿Cuántos mexicanos saben qué hace un magistrado? ¿Cuántos conocen la estructura del Poder Judicial? Confiamos sin entender, y esa miopía es la raíz de nuestras propias tragedias.

Pero esto no se trata de que el pueblo elija a sus jueces. Se trata de que los ministros ya no puedan decir que no. El pueblo aplaude, como lo hacía la antigua Roma al César, sin entender que el espectáculo no es justicia. 

Nadie le explicó que el juez no está para complacerlo, sino para protegerlo -incluso de sí mismo. El problema no es la democracia, es el populismo que la prostituye.

No solo es una simple cuestion de elegir a un ministro, sino el único límite frente a un poder que ha tomado todo lo que ha querido, sin importar la legalidad, o sus víctimas. Este gobierno ya avasalló al Poder Legislativo y ahora va por su única oposición real en los últimos años: La Corte y la Ley.

Será un antes y un después. Recordaremos cuando la justicia era el límite del poder hasta que…, toque enfrentar alguna un justicia, volteemos al circo buscando protección. Solo veremos payasos buscando aplausos o mendigando votos.

En México los jueces no se atreverán a fallar contra la multitud si su puesto depende de sus aplauso y de su financiamiento. En Roma pedian sangre. En México, ¿qué pedirán?

Pan para hoy. Circo para siempre.

ricavar_jorge@live.com.mx