Por Arturo Tovar «Tecuhtli”
Me duele ver la actualidad de Pumas. La actualidad de aquel equipo del que vivo enamorado desde niño. Me enamoré de este equipo por su historia, por su mística, por su filosofía, por su cantera, pero sobre todo por su manera de jugar: por esa garra, por la forma de morirse en la línea, de pelear hasta el último segundo. Cosas que, poco a poco, lucen cada vez más lejanas.
Me duele ver que jugadores sin alma y sin huevos porten la camiseta de este equipo. Duele, en lo más profundo de un corazón azul y oro, ver cómo un montón de jugadores como estos acaban torneo tras torneo con lo que Pumas es y representa; cómo acaban con el club haciendo el ridículo cada semestre.
Este club no merece estar donde está, mucho menos lo merece su afición. Todos aquellos que nos pasamos la vida alentando y siguiendo estos colores, los que estamos en las buenas, en las malas y en las peores. La afición que ama a este club sin condiciones. La hinchada no merece estos pésimos resultados.
Es triste ver cómo cada vez son menos los jugadores que sienten amor por los colores. Recientemente, y de manera esporádica, han aparecido futbolistas como César Huerta o Juan Ignacio Dinenno, jugadores que sin duda merecieron ser campeones con la institución, pero que, por cuestiones de la vida y del fútbol, no lo consiguieron. Cada vez se ven menos jugadores como ellos en el club, jugadores que necesitamos siempre.
Me pregunto yo: ¿Dónde está Pumas? Ese Pumas bicampeón, ese Pumas con la mejor cantera del fútbol mexicano, ese Pumas al que daba miedo enfrentar, aquel Pumas que dejaba la vida partido a partido.
Ahora, una nueva ilusión y esperanza de salvar este barco aparece sobre todos los aficionados del equipo: un hombre cuya presencia promete devolver las alegrías a la afición. Confianza total en Efraín Juárez y en su proyecto.
Me gustaría terminar con una frase de Ángel González:
“Pumas, la única manera de ser feliz en la vida, aunque solo sean 90 minutos a la semana.”
Porque nada ni nadie podrá quitarnos el amor que sentimos por el equipo, nada podrá arrebatarnos ese sentimiento tan mágico e inexplicable que aparece desde el momento en que uno llega a la cancha. Ese momento en el que lo único que importa es alentar y apoyar los 90 minutos a tu equipo, ese que defiendes a muerte.
Jamás nos podrán arrebatar la ilusión de volver a ver a Pumas campeón, de verlo renacer y volver a ser lo que un día fue, y que poco a poco deja de ser.
Ser de Pumas es una pasión incomparable. Es dejarlo todo por los colores que amas, es alentar hasta el final, es apoyar incondicionalmente. Pero tampoco debemos permitir que la directiva nos pisotee cada que se le dé la gana. Debemos exigir mejores resultados y criticar todo aquello que le hace mal al equipo.
¡Goya!
Orgullo Azul y Oro