No tengo tiempo

Por Romina Guardino

“No tengo tiempo”: la frase del siglo, la que nos hace sentir satisfechos y completos. Andamos por la vida con mil pendientes y, si no los tenemos, los buscamos. Así nos criaron y así creemos que somos más productivos en una sociedad cada vez más consumista.

El ocio está cada vez más demonizado, mientras santificamos “el estar ocupados”: el trabajo, las salidas, las tareas cotidianas, ir de compras, hacer ejercicio. Lo más absurdo es que incluso sentados, mientras esperamos nuestro turno con el doctor, buscamos cómo ocuparnos. Siempre estamos ocupados.

Basta con abrir el celular: revisar redes sociales, enterarnos de lo que otros hacen y pensar “¿por qué yo estoy aquí, mientras ellos hacen aquello?”. Jugamos con aplicaciones, revisamos el banco, añadimos más pendientes… ¿En qué momento nos detenemos a observar? ¿Cuándo fue la última vez que simplemente contemplamos?

La palabra contemplación parece haber quedado obsoleta.

Caminar, observar los detalles, mirar a la gente que pasa, escribir a mano en un cuaderno, ir a un café con un amigo y realmente verlo a los ojos. Preguntarle genuinamente cómo está, en su interior. Dejar que nos cuente lo que piensa, no qué tan ocupado está. Priorizar tiempo para alguien es una forma de amar.

Estos actos son rarezas preciosas, como piedras brillantes, pequeños destellos de luz natural en un mundo saturado de filtros y trivialidades.

Volví a apreciar el ocio. ¡En el ocio, creo!

A veces pienso que lo que experimento es aburrimiento, pero no: es el tiempo necesario para reconectar con mi creatividad más auténtica. Los artistas debemos reevaluar este tiempo: el tiempo para ser, y luego para crear. Permitámonos perder el tiempo. Volvamos a ser humanos contemplativos. Así se escribieron las mejores historias.

Vacación, en latín, significa vaciarse. Probablemente, solo al vaciarnos y desocuparnos un rato podemos llenarnos de nuevo. Pero incluso las vacaciones se han convertido en fuentes de estrés y de expectativas que a menudo resultan altas y costosas.

Pienso en la película Perfect Days y en lo hermoso de detener el tiempo y redescubrir la rutina dentro de la cotidianidad. Encontrar, nuevamente, la belleza de la vida diaria. Aprender a disfrutarla sin tener que esperar el fin de semana o las vacaciones de Navidad.

Este artículo también es un recordatorio para mí y para quienes padecen el mal de la sociedad contemporánea: “No tengo tiempo”.

FOTOGRAFÍA JOSÉ ANTONIO RUÍZ TORRES