Entrevista a Juan Villoro

El lenguaje siempre ha estado amenazado: todo mundo puede incorporar palabras en él, dice el escritor mexicano Juan Villoro.

Por Armando Noriega

Los tentáculos de la modernidad son un misterio en la forma en que van transformando el uso de la palabra y su escritura. Son, o serán fieles sabuesos olvidados en el cementerio del diccionario.

El escritor mexicano Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) presenta la cuarta aventura de uno de sus personajes más emblemáticos en su faceta como autor de literatura infantil, El profesor Zíper y las palabras perdidas, publicada por la colección A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica. Esta nueva hazaña, nuevamente, es ilustrada por Rafael Barajas, El Fisgón.

En la novela seguiremos a Alex y a sus amigos emprender una aventura llena de metáforas, sátiras, parodias y chascarrillos, en la cual, buscarán recuperar el lenguaje y aquellas palabras que se están perdiendo, para ello, necesitarán la ayuda del Profesor Zíper y dos autores vivos y muy bien conocidos, El Fisgón y Pancho Hinojosa.

“De niño yo pensaba que todos los autores ya habían muerto, que eran como las calles de Polanco que aluden a grandes figuras de la literatura universal: no tenía idea que existían escritores vivos, por ello, me pareció conveniente  que en este universo, donde se están perdiendo palabras (porque hay una mafia que las suprime para usufructuarlas, comercializarlas y quedarse con ellas), el rescate de éstas pasara por la participación de gente que se dedica precisamente a  defenderlas”. Comenta Juan Villoro en entrevista.

Continua: “El Fisgón es un gran ilustrador de textos para niños y autor de algunos libros maravillosos para chicos; por su lado, Francisco Hinojosa es un clásico de la literatura infantil contemporánea. Me gustó la idea de escribir una escena que ocurriera en una librería del Fondo de Cultura Económica -quienes son los responsables de la  edición de esta obra-, fue como estar en el making of, tras bambalinas de un libro y qué es lo que sucede con él”.                        

El escritor y periodista prosigue a contar de qué va la narración de su libro: “Obviamente, los chicos que llegan a la presentación de Francisco Hinojosa, y en ella conocen a El Fisgón, tienen el interés de que estos dos autores los ayuden a rescatar las palabras que se están perdiendo, entonces, ellos se involucran en lograr esto, naturalmente requieren de mayor apoyo y por eso deben ir con el Profesor Zíper que es un inventor que se dedica a causas justas con inventos muy locos que permiten que la gente pueda recuperar, entro otras cosas, la lengua que se pierde”.

Las ilustraciones de Rafael barajas hacen referencias literarias, la más significativa la podemos encontrar en la escena dentro de la librería del FCE al apreciar, al fondo, un gato, idéntico al escritor mexicano Carlos Monsiváis.  

“Efectivamente, es un homenaje a nuestro gran amigo y maestro, Carlos Monsiváis. El Fisgón mete citas y referencias en sus ilustraciones que son fabulosas, de hecho el libro termina con una cita, nada más y nada menos que de la Capilla Sixtina, con la famosa imagen de Miguel Ángel”. Revela Villoro los misterios ilustrativos de Rafael.

Al percibir la emoción que uno encuentra en el lenguaje al prestar atención otorga la capacidad de leer y descifrar. Por ejemplo, Elena Poniatowska y Cristina Pacheco, comenta Juan Villoro, son dos mujeres con grandes obras de la escucha gracias a sus habilidades de oír, de entrevistar: son excelentes escritoras de la atención. Por ello, encontraremos en Las Palabras perdidas, en aquél detalle del Profesor Bernardo Banfi  hacía su alumno Asdrúbal, un regalo matutino de todos los días. una oreja de dulce. 

“A mí me encanta que haya orejas de pan. Fíjate que yo perdí la audición de un lado inmediatamente después de escribir esta historia. Celebraba yo la importancia de oír a los demás: el lenguaje lo hacemos entre todos y requerimos de escuchar las palabras. Las mujeres en general han sabido percibir mejor, no sólo en la literatura, si no en la vida; los hombres han tratado de expresar su masculinidad con la oratoria, es como una extensión de la virilidad dar discursos larguísimos. La escritura depende mucho del habla, pero sobre todo, de la escucha. Por ello, me pareció notable valorarlo y lo valoro ahora más que se fue un oído gracias al Coronavirus”. Aclara y comparte Juan Villoro su pensar.

Las críticas que se han formulado a las modificaciones del lenguaje tienen sus raíces en el avance y el correr de las nuevas formas virtuales de existir. Bien menciona el autor de la novela El libro salvaje: las famosas apps de uso cotidiano, las cuales, se han convertido en una extensión de nuestro pensar, van modificando nuestra forma de expresarnos.

“Por un lado la publicidad utiliza un sub lenguaje espeluznante; el crimen organizado introduce vocablos en el habla cotidiana que empezamos a formalizar; luego, vemos a los políticos que utilizan este mismo de manera demagógica y mentirosa; la tecnología que convierte el chateo en una figura muy primitiva de la expresión donde todas las palabras se someten en una especie de campo de batalla y, de  cual, salen heridas; tenemos, de igual forma, la robotización del idioma, hoy existen más máquinas que hablan español que hispanohablantes; entonces, ¿en qué medida Waze, GPS, Alexa, Siri, van a transformar nuestro lenguaje? En fin, hay grandes adversarios de él, pero por otra parte, magníficos defensores: los de mayor notoriedad, por supuesto, son los poetas; por ello yo, en esta historia quise rendirle tributo a ellos en el capítulo en que los niños tienen que disfrazarse de Pablo Neruda, Octavio Paz y Gabriela Mistral para resolver la aventura. ComentaVilloro al preguntar sobre la importancia de éstas.  

Para continuar: Con este libro, sólo espero contribuir a alertar la importancia del lenguaje y la necesidad que tenemos de defenderlo entre todos”.

Villoro manifiesta que los únicos responsables del lenguaje somos nosotros, el pueblo. Por ello, el libro está dedicado a María Moliner.

“Una mujer que sola hizo un diccionario de uso. Esto es muy significativo: hay glosarios de autoridades, etimológicos, pero existen éstos de uso que se dedican a definir las palabras a partir de cómo son utilizadas por la gente: estos son los diccionarios más interesantes, porque el verdadero juez del lenguaje no es el gran filólogo que ha estudiado mucho, si no es el colectivo que convierte el habla en algo diferente”.  Afirma el escritor y creador del Profesor Zíper.

Juan Villoro utiliza y traza una sátira bien lograda en los nombres de ciertos personajes, animales y objetos.

“Sí, hay una crítica de la vanidad intelectual. Tanto los científicos como los grandes especialistas en cualquier campo de conocimiento pueden caminar en la tentación de sentirse superiores a los demás y de tentar un saber que sólo es para ellos: han existido, a lo largo de la humanidad, muchos casos en el que la sabiduría de algo no se ha compartido y al no compartirse, se convierte en una forma de dominación, entonces en esta parábola del Profesor Zíper se trata justamente de liberal la información para que pueda estar a disposición de todos.  En este sentido los niños suelen ser más democráticos que los adultos, se involucran de manera colectiva y quieren participar en ellas: no aceptan fácilmente ser excluidos. De esto se ocupa la historia del libro, por ser nosotros incluidos en el idioma”. Afirma Villoro.

Prosigue: “La gente que se dedica a estudiar las cosas, a veces, no tiene una relación viva con ellas, no tienen ese acercamiento orgánico. Los mejores lectores no son los que leen más, si no los que leen con real pasión. Escribí una historia también para chicos llamada El libro salvaje que trata justo de esto, el mejor lector es el mayor apasionado, no el más erudito”. Lo prohibido es una incitación

“Sí Dios le hubiera dicho a Eva ‘come frutas y verduras’ la manzana no se habría convertido en una tentación. Lo prohibido se vuelve interesante. En mi opinión el aprender no se debe imponer, ni operar por decreto u obligación, si no por contagio, por placer. Por ello, el protagonista, el Profesor Bernardo Banfi, enseña jugando. Su sustituto, un colega que es todo lo contrario: autoritario, aburrido que quiere, justo, aplicar el conocimiento como quien te aplica una vacuna y eso no funciona, jamás”.

Para terminar, Juan Villoro comenta que la idea de convertirlo en una ilustración de su propio personaje (Bernardo Banfi), al cual aprecia y quiere, fue de Rafael B