Por Abril Pineda
Ix chel, era una chica delgada, que había heredado el lunar blanco en su cabello azabache, esas canas la hacían parecer mayor de lo que era, su palidez la hacía resaltar como un foco incandescente, en especial para nosotros que siempre nos tostamos en la costa del golfo de México. A mí me fascinaban todos los lunares de su cuerpo; en la mejilla tenía uno con forma de conejo y en su abdomen tenía una serpiente que parecía que había comido una pelota de pilates.
La gente del puerto sabía que sus parientes se dedicaban a la brujería; la abuela, por ejemplo, tenía el oficio de partera, había recibido a muchos niños se decía que sí los médicos daban un mal diagnostico con problemas a la madre o al hijo, ella los salvaba.
Su madre y sus hermanas era las sanadoras de la familia, de ellas corría el rumor de que, si un enfermo terminal acudía a consulta, ellas preparaban un ritual que duraba de tres a siete días, sacrificaban a un animal de granja y el paciente se curaba.
Jamás conocimos a los hombres de la familia. Se decía que en cuanto nacían, estos morían antes de cumplir el año o simplemente se desaparecían, La gente supersticiosa decían que toda la familia había sido engendrada por espíritus que les obsequiaban estas peculiaridades “mágicas”
Por su parte, Ix chel no salía de lo extraña. Casi nunca me hablaba y eso que era su única amiga, lo que me parecía más extraño y mágico de ella es que era “meteoroempatica”. Sí ella se ponía triste, llovía. Yo notaba que dependía el grado de tristeza que podía hacer que lloviera a cantaros o solo ser una pringa.
Aún recuerdo que, cuando teníamos 14 años, unos chicos de la secundaría fueron a su casa a aventar piedras, porque decían bruja, al igual que toda su familia. Eso no pareció molestarte, incluso la vi con un brillo de malicia en sus ojos. Sin embargo, lo que sí la enfureció fue que uno de los misiles cayó sobre su cacomixtle “Aritos”. Le lastimaron su patita y el bicho al caer del árbol se quedó quieto, ella pensó al ver la sangre que de verdad lo habían matado. Fue el huracán de categoría tres. Uno de los más fuerte que tuvimos en el puerto.
Como Ix chel era mi vecina. Yo la observaba, algunas noches ella salia descalza. Un día la seguí para descubrir hasta dónde llegaba. Yo estaba oculta detrás de una palapa, ella sí era blanca, pero esa noche sin luna, su piel resplandecía como un fuego blanco. La vi dar una vuelta por el malecón, era curioso que sin luz yo pudiera ver que sus pies nunca tocaran las olas que llegaban a la orilla, y entonces algo la hizo ver el horizonte marino, parecía que “algo”, que yo no escuchaba, la llamara hacia el mar. Cuando emergió, sus ojos se veían diferentes, yo juro que brillaban como los de un gato en la noche.
Al día siguiente, cuando le conté que la había seguido y vi lo que hizo, ella solo esbozo una sonrisa y me dijo que era imposible que saliera ese día, puesto que le había dado la dolencia de “la marea roja”. No quise indagar más ya que era completamente hermética.
Nadar con ella era de lo más agradable que hacíamos cada semana. El mar parecía calmarse cuando ella entraba, parecía que se sentía igual de atraído que yo hacía ella.
A finales del año 2016, Ix chel me contó que su madre y su abuela habían tenido sueños premonitorios. A raíz de esa noche onírica, le explicaron que debían hacer un sacrificio de amor o los dones que tenían se irían y además llegaría una gran catástrofe.
Ix chel me decía que no quería que su familia sufriera, ella quería realizar el pago a sus deidades para poder seguir ayudando a nuestra comunidad, aunque como yo sospechaba, al no tener virtud alguna nada sucedería. Debatimos sobre ¿cómo podría hacer aquello?, estaba bien que fuera virgen, pero no tenía un volcán cerca al cual arrojarse, tampoco era capaz de asesinar a uno de los animalitos que tenían, al fin del día no encontramos la solución.
Entendí que “el acto de amor” de las matriarcas, fue un acto de odio y completo egoísmo de su familia, que a la fecha sigue ayudando al municipio. Sin embargo, el 31 de diciembre su familia colgó un moño negro en su puerta y yo jamás volví a nadar con mi amiga, Lloré hasta que cambiamos de año. Y como consuelo el cielo me regaló la más hermosa Luna azul que he visto en toda mi vida.