Los desplazamientos son parte de la memoria, y así comienza nuestra historia.
Por María José Zulaica
Un México en busca de la modernidad y, como resultado de una clara sobrepoblación, ha visto cómo pueblos enteros han sido desaparecidos a lo largo de la historia. Estos desplazamientos forzados no solo afectan a los pobladores desde un punto de vista material, sino que impactan también en lo social y cultural; para algunos no se logran acuerdos ni compensaciones justas, ni un proceso de reubicación que les permita preservar su forma de vida e identidad cultural, estas se han visto obligadas a abandonar sus tierras sin tener acceso a los recursos para adaptarse a sus nuevas circunstancias.
Autoras como Daniela Catrileo (Chile), Suzette Celaya (México) y Samanta Schweblin (Argentina) han explorado el tema del desplazamiento y el territorio desde diversas perspectivas, como la migración, el exilio, el desalojo, el desplazamiento forzado y las tensiones entre la identidad y el lugar, entre otras, por citar solo algunas.
En el caso de Suzette Celaya, su obra se distingue por una profunda reflexión sobre el impacto del desarraigo en la identidad individual y colectiva. Nos ofrece una visión en la que navegamos por la historia como el mismo viento. Su relato nos envuelve e intoxica con su cadencia. Su enfoque único ofrece una mirada penetrante a los vínculos invisibles que las personas mantienen con su tierra, así como los retos de reconstruir una identidad cuando se pierde el vínculo con el lugar de origen. A través de su narrativa, la autora no solo explora las consecuencias físicas y emocionales del desplazamiento, sino también las complejas interacciones entre el territorio y el ser. La exploración de la muerte, violencia territorial e identidad se entrelazan para dar forma a una obra sobre resistencia y transformación.
Cuando las personas pierden su territorio, pierden una parte esencial de su identidad; se pierde el sentido de pertenencia.
El uso del lenguaje en su estilo narrativo es fundamental para comprender la profundidad que la caracteriza. A través de una prosa llena de matices, la autora explora los conflictos internos de sus personajes y, a su vez, logra una construcción sensorial de la atmósfera, llevando al lector a un viaje en el tiempo y el espacio, el cual reconocemos como atemporal. Está llena de metáforas que no solo enriquecen la descripción del paisaje físico, sino que también reflejan la internalización de la experiencia del desarraigo en cada uno de sus personajes.
Desplazamiento y memoria colectiva
En Nosotras, el desplazamiento forzado no se reduce a una simple migración. Es, más bien, una respuesta a las condiciones que obligan a los personajes a abandonar su lugar de origen, tradiciones y vínculos afectivos para adaptarse a un nuevo entorno que les resulta completamente desconocido.
En medio de este exilio social y cultural, existe una constante búsqueda de arraigo en un contexto que constantemente desaparece y se torna cada vez más violento.
La tierra se convierte en un espacio simbólico que resguarda los recuerdos e historias de quienes han vivido allí. De esta manera, el arraigo no solo se manifiesta en un sentido geográfico, sino como un ancla emocional y psicológica que define quiénes son los personajes y cómo se relacionan con el mundo que los rodea.
A través de esta obra, la autora da voz a la continuidad cultural de los pueblos desplazados, mostrando cómo encuentran formas de reconocer sus orígenes, además de los recuerdos, a través de la recuperación de tradiciones, lenguas y rituales que mantienen viva su identidad y memoria utilizando como recurso la literatura.
Muerte y territorio.
La obra de Suzette Celaya nos conduce a una profunda reflexión sobre la muerte y el arraigo. Su prosa, como hemos mencionado, está cargada de símbolos narrativos con los cuales logra construir un ambiente desolador en el que todo desaparece, dando forma y un último sentido de pertenencia a las vidas de sus personajes.
La muerte, maternidad y violencia territorial como vehículo para una reflexión más profunda sobre lo que significa pertenecer.
La muerte, no solo se refiere al fin de la vida, sino a un quiebre, una ruptura, y la transformación de la relación del ser humano con su entorno, su historia y sus raíces. Hay algo profundamente natural en la relación que tenemos con la tierra. Las raíces de nuestros pueblos, esas que se hunden en la historia, no son solo metáforas; son memoria, identidad, vida, en este sentido la maternidad juega un papel relevante; es representada como una figura que conecta generaciones, historias y territorios, expone un claro contexto histórico y las contradicciones y rupturas que surgen en un mundo moderno.
En ese sentido, la violencia territorial no solo se refiere a enfrentamientos concretos, sino a una violencia estructural, que atraviesa las relaciones sociales, familiares y personales de los individuos. Y a pesar de lo que muchos puedan pensar, esos desplazamientos forzados no solo son historias de despojo y pérdida. Son parte de nuestra historia, son testimonios de poblaciones que, aunque ya no existen de manera física, siguen vivos en la memoria de aquellos que jamás olvidaron. Dentro de este contexto es importante recalcar que durante el despojo, el uso de violencia no es solo física o patrimonial, sino también emocional y psicológica, como una constante opresión que interrumpe el flujo de las vidas de los personajes.
Comparto y admiro la obra de Suzzete Celaya que se erige no solo como un testimonio literario de gran belleza, sino como una invitación a la reflexión profunda sobre los temas fundamentales de nuestra sociedad. A través de sus palabras, la autora nos enfrenta al doloroso relato de los pueblos desplazados por grandes proyectos de infraestructura, especialmente presas hidroeléctricas, un fenómeno que no solo afecta al territorio, sino también a la cultura y la dignidad humana de las comunidades involucradas.
Celaya nos desafía a cuestionar el concepto de «modernidad» y la aparente inevitabilidad del progreso, al mismo tiempo que nos recuerda la importancia de las raíces y el respeto por las identidades que, muchas veces, se ven arrasadas por la transformación social y la violencia que acompañan estos grandes proyectos. La obra, en su estilo único, nos invita a reflexionar sobre las complejas interacciones entre los individuos y su contexto, revelando los conflictos internos que surgen en un mundo en constante cambio.
Al final, la obra no solo deja una marca literaria, sino que plantea un cuestionamiento fundamental sobre el equilibrio entre el desarrollo y la preservación de las tradiciones, entre la modernidad y la dignidad humana. Nos deja con la incógnita de cómo podemos encontrar un camino hacia un futuro más justo, donde las voces de las comunidades desplazadas no sean olvidadas ni silenciadas.
En México, el relato de los pueblos desplazados por grandes proyectos de infraestructura como las presas no es solo una cuestión de territorio. Es también una cuestión de cultura y de dignidad humana. Pueblos enteros han desaparecido bajo el agua, bajo el peso de la modernidad, y mientras muchos celebran la construcción de presas hidroeléctricas, hay comunidades que han perdido el rumbo.
¿Quién es Suzette Celaya?
Suzette Daniela Celaya Aguilar (Hermosillo, Sonora, 24 de octubre de 1982). Escritora, investigadora y comunicadora mexicana que se desempeña en distintos medios de comunicación en México. Reconocida por sus publicaciones merecedoras de premios nacionales como El agua más y más roja, ganadora del IV Concurso de Cuento Corto de Escritoras Mexicanas en 2021, volumen presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2021. Su primera novela titulada Nosotras recibió el Premio Primera Novela Amazon 2023.
