Almas guerreras de la autenticidad

Por Romina Guardino

Tengo la nariz larga, los ojos juntitos, los labios chiquitos, las orejas grandes que, como chiste, siempre cuento que de niña primero me crecieron las orejas, luego crecí yo. 

Tengo la cadera ancha, así como todas las sicilianas de origen turca, herencia de una colonización que dejó rastros en la comida, en la piel de mis ancestros. 

Entre algunos dientes chuecos, mi vista miope, mi baja altura, la piel blanca llena de lunares, los ojos que se ríen todo el tiempo y tienen su brillo, el pelo fuerte, cintura pequeña, piernas lindas y la mirada inteligente… Dejé de pensar en mis defectos, dejé atrás que ya tengo canas, que el tiempo pasa, que no tengo un cuerpo de revista, que no soy modelo, pero soy modelo para todas aquellas niñas que escuchan mi música y se identifican. 

Prefiero hablar siempre de cosas profundas, aunque la estética siempre me ha interesado. 

¿Qué es la belleza? ¿Existe la belleza objetiva? ¿El objeto estándar? 

¿Los cánones? Que aburrido saber que existen y las mujeres siempre han tenido que cumplirlos en todas las épocas. 

Nos encontramos en una sociedad en donde las mujeres tienen que estar en un maratón contra el tiempo. Desde niña tienes que verte pronto como una mujer y, cuando te empiezas a envejecer, tienes que ir atrás y volverte niña o detener el tiempo. 

Las arrugas son feas, la celulitis es fea, los kilos de un cuerpo que fluctúa normalmente todo el tiempo, es feo. 

Vivimos en el afán de vernos perfectas todo el tiempo. No creo en la superficialidad, creo en la química, lo inexplicable, la conexión: conectar.

Qué lindo cuando todavía no existían los filtros para achicar las narices y hacerlas todas iguales y agrandar los labios y hacerlos sexuales. 

Pero, ¿para quién? ¿Para mí? ¿Para ellos? Para el gran monstruo que hemos creado, The Big Brother que lo ve todo: la pantalla, los likes, los corazoncitos. ¿Quiénes son?

Sentir el peso del fracaso encima cada ves que tus números están debajo de las estadísticas establecidas de un perfil que “vale la pena” seguir. Un perfil que vale la pena ser contratado. El catalogo. 

Cumplir, cumplir; fracaso, fracaso.

Estoy cansada, cansada de observar y escuchar todo igual. 

Todo homologado, construido, pensado. Ya no existen las personas impulsivas, las personas sin filtros (tal cual). 

Qué bonito cuando todavía de niños salíamos a la calle a jugar con los rasguños en las rodillas, el sudor en la piel y nadie sabía que la estábamos pasando increíble. Las mamás sin Whatsapp y solo confiaban en la luz del día. En la noche regresábamos todos a comer sentados juntos. 

Me quedo solo con lo bueno del Internet. Lo malo es inevitable y es parte del paquete. 

Pero sigue viva esa llama, como la de una chimenea que a poco a poco se apaga pero, si la mueves, se reaviva.

Sigue existiendo la autenticidad del ser humano, porqué siempre seguirán existiendo estas almas guerreras que la defenderán.