Los zapatos siempre quedan: Teuchitlán y Gaza, memorias de exterminio, impunidad y olvido

Por Armando Noriega

Los zapatos son lo primero que ves. Más de 400 pares, apilados como si alguien hubiera huido descalzo en la mitad de la noche. Alguien lo hizo. Alguien no. En el rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco, los restos calcinados en el suelo no pueden huir de nada. Al otro lado del mundo, en Gaza, no hay zapatos. Los niños están demasiado ocupados siendo sacados de los escombros como para preocuparse por el calzado.

Los zapatos son lo primero que ves en un centro de exterminio. Eso es lo que los colectivos de búsqueda encontraron en Teuchitlán. Eso es lo que quedó en Auschwitz. Eso es lo que quedó en Bucarest, en Srebrenica, en cada rincón de la historia donde se decide que hay personas que no merecen existir.

El exterminio como política de control:

En Jalisco, las víctimas no tienen nombres. Son “los desaparecidos”. Miles de víctimas en todo México, de los cuales pocos aparecen completos, la mayoría en fragmentos, otros más, calcinados. En Gaza, los nombres sí importan, pero sólo hasta que se convierten en cifras: más de 45,000 muertos desde el inicio de los bombardeos de Israel, casi un tercio, dicen las cifras oficiales, eran niños. Naciones Unidas lo llama un genocidio. En México, lo llaman crimen organizado. La diferencia es semántica. El resultado es el mismo.

El rancho Izaguirre era un matadero. Guerreros Buscadores, un colectivo de familias que buscan a sus desaparecidos, encontró más de 400 pares de zapatos -ya las cifras oficiales-, ropa quemada y huesos humanos pulverizados. También encontraron algo peor: la indiferencia del gobierno. No se habla de Teuchitlán por parte de nuestras autoridades. No se habla de Gaza en las reuniones de la ONU donde EE.UU. veta cualquier condena contra Israel.

La impunidad y la deshumanización:

En Gaza, los cuerpos se cuentan por docenas y se entierran en fosas comunes. En México, los cementerios clandestinos crecen más rápido que las ciudades. En 2023, reporta El País, se descubrieron 5,698 fosas ilegales en el país. Los restos humanos en Teuchitlán se convierten en polvo dentro de crematorios improvisados. En Gaza, los cuerpos se queman bajo los bombardeos.

Nadie es responsable. En Jalisco, los cárteles ejecutan y desaparecen con la complicidad del Estado. En Palestina, Israel bombardea con el apoyo de Estados Unidos. El exterminio es un asunto burocrático, un trámite geopolítico.

La resistencia y la memoria:

En el rancho Izaguirre, Azucena encontró un zapato que reconoció. Era de su pareja, desaparecido hace dos años. En Gaza, los padres caminan entre los escombros buscando algo que puedan identificar: un pedazo de ropa, un colgante, una cicatriz.

Los genocidios no ocurren en un solo día. Se construyen poco a poco, con el silencio, con la indiferencia. Con gobiernos que miran hacia otro lado, con políticos que repiten frases vacías, con medios que convierten el horror en una estadística más.

Pero siempre quedan los zapatos. En Teuchitlán, en Gaza, en cada sitio donde alguien decide que un ser humano es desechable.

Los zapatos siempre quedan.