6 mil millones para la FIFA, migajas al pueblo

Por Armando Noriega

Bastó con que la FIFA lanzara unas migajas de partidos a México y prometiera turistas con dólares para que el gobierno de la Ciudad de México, de pronto, recordara que existen banquetas despedazadas, estaciones de metro a punto de colapsar y calles que parecen zona de guerra. Ahora sí van a invertir 6 mil millones de pesos en “infraestructura” para recibir el Mundialito de 2026. Urge que la ciudad luzca bien. Pero no para su gente, para los de afuera.

El futbol, ese monstruo de pasiones que en otro momento ha sido rebelión y alegría popular, hoy es usado como coartada del maquillaje urbano. Hay que poner bonita la casa, aunque por dentro esté cayéndose a pedazos. Hay que dejar impecable el camino al estadio, aunque dos calles más allá no haya agua, drenaje o seguridad. La lógica es vieja: primero el espectáculo, luego los de siempre, y al final —si sobra algo— el pueblo.

Y no es nuevo. En 1968, México ya se puso la máscara del progreso con los Juegos Olímpicos. Se pintaron calles, se construyó infraestructura, se colgaron banderas de colores. Pero detrás del maquillaje, el Estado masacró estudiantes en Tlatelolco. El 2 de octubre corrió sangre; el 12, corrieron atletas en la pista. La prioridad era mostrarle al mundo que México era moderno, aunque por dentro ardiera. Aunque la juventud gritara por democracia y recibiera balas como respuesta.

Lo indignante no es que se invierta en infraestructura. Lo que arde es que solo lo hagan cuando hay reflectores internacionales encima. Que tengan que venir ejecutivos suizos y empresarios extranjeros a decirles qué arreglar. Que lo hagan por la FIFA, no por los millones que a diario pelean con el transporte colapsado, con hospitales sin medicinas, con escuelas olvidadas.

Hay colonias que llevan décadas pidiendo luz, pavimento, transporte digno, agua. Y nada. Pero basta con que se anuncie un partido de fútbol en el calendario FIFA para que aparezca el presupuesto, la voluntad y las obras exprés.

Esas calles que hoy apuran a embellecer no las van a caminar los vecinos de Iztapalapa, Tláhuac o la GAM. Las van a pisar los ejecutivos, los influencers -los de a de veras-  y los turistas. A la gente se le sigue viendo como escenografía secundaria. Como público, no como protagonista.

La ciudad no necesita un Mundial. Necesita justicia urbana. Necesita que volteen a verla sin que venga la FIFA a darles permiso.

Pero claro, los políticos quieren la foto en el palco del renovado Estadio Azteca, perdón, Banorte, no en la banqueta.