Por Estefanía Soto
Cómo coso ahora este remiendo de soledad que se ha abierto
con mirarlo, este trapo harapiento se ha despegado
de mi espalda de viento
y una bocanada de sal se ha instalado en mi sed.
Siguen siendo refugio los versos, lirios los fragmentos de mí
las esquirlas del pecho y la música de ceremonia que apuntan al final.
Todo es intemperie en este sábado porque —tras la tormenta—
los heraldos se dejaron vencer al estrépito. El viento ha sacudido
al invierno de abril para ser tierra de olivo. Se hizo fisura enclenque
—síntoma de sequía— porque la lluvia amaneció en el norte
y esta tierra baldía se quebró por la sed de la higuera.
Era en verano cuando su refugio se hacía escondite
y los árboles estivales, alfombra donde descalzar
la aridez de las botas. Pero este amanecer de roces
ya no es hogar de olivos y su otro hemisferio está muerto de frío.
He sido testigo de la naturaleza lamiéndose las heridas
y me he creído menos mártir entonces.
Me he desvelado antes de que sonara el despertador latente
y quise haber sido otra la que brotara en este oasis
de deudas medioambientales. Pero soy siempre,
la misma que pasea entre astillas la rabia
y hace con ella (y con sus ruinas) mordiscos de poesía.
R Í O
Antes: primera persona presente indicativo/Ahora: conciencia de lo urgente
Hoy amanezco con los párpados lejanos al río indicativo
con la prisa vestida de blanco y las inquietudes a estrenar.
Todo ha sido por coincidir en el fugaz instante
de esta abandonada moral. Me había quedado en el verdoso
del olivar, sin apreciar la raíz que encoge el ombligo de Venus.
Porque este río me ha sabido a suspiro
entre tanta calle estrecha y un desafío por el que divagar
sin ser hoy más que poeta, ciudadana de una emergencia del clima.
Mi reino se ha destruido por el paso de un huracán
y no he llorado por él, solo he temido la despedida de Gaia.
Lo único que salvaría del colapso serían los libros
salpicados de lignina. Así que escribo con los ojos
del bullicio, con la herrumbre del día
y el sueño en el costado. El silencio se me escapa dentro
como un soplo al que abrazar, como un resquicio
de otra estación sin mí. Dicotomías en mi nuca de hueso
y cicatrices nuevas para recomenzar.