Entrevista con Fernanda Trías: ser escritor es una manera de mirar

Por Laura Valeria López Guzmán 

La escritora uruguaya regresa a las librerías con la reedición de su libro No soñarás flores (Random House), una colección de cuentos que narran las cotidianidades del ser humano, la muerte, el abandono, el amor, los vínculos, entre otros.  

En entrevista para este medio, la también autora de Mugre Rosa (Random House), habló sobre sus mayores obsesiones, las cuales se ha dedicado a plasmar en sus textos. En la reedición de No soñarás flores el lector se encontrará con distintos personajes, pero sobre todo, con mujeres que se cuestionan su vivir, sus roles y responsabilidades, entre otras cosas.    

Empecemos hablando del título del libro, No soñarás flores. ¿Qué la llevó a escogerlo?

Ya había terminado el libro y todavía no tenía un título que me convenciera completamente. Quería que el título tuviera aliento poético, porque creo que los relatos tienen una fuerza poética, y tambien porque lo poético del título podía contrastar con cierta oscuridad de algunos relatos. Y, para mí, la poesía siempre es luz. Un día, leyendo un libro de la poeta uruguaya, ganadora del premio Cervantes, Ida Vitale, me topé con un verso que decía “No soñar flores”. Ese verso me hizo detenerme y pensar ¿por qué, por qué no soñar flores?, ¿no se dice siempre que soñar es gratis? A partir de ahí pensé en la posibilidad de transformar ese verso y utilizarlo como título del conjunto. Porque hay algo muy intrigante en esta prohibición de no soñar, y me pareció que funcionaba bien con el estado de ánimo del libro.

Hablemos del concepto de paternidad, esto en relación al primer cuento…

La relación con el padre siempre ha sido parte de mi poética y he escrito mucho sobre eso. En el cuento que da título al libro, el cuento más largo, estaba volviendo a un viejo tema, el de el duelo, en este caso la hija que no logra procesar la pérdida de su padre y termina creando una comunidad con otros dolientes incapaces de hacer el duelo. Es un cuento muy personal porque lo escribí inmediatamente después de la muerte de mi padre, lo siento como un homenaje a ese dolor tan profundo de la pérdida.

En relación con lo anterior, ¿por qué recurrir al recurso del olfato como herramienta para mantener vivo el recuerdo del padre?

Cuándo murió mi padre pensé que lo primero que olvidaría de él sería el olor, porque no hay manera de retener eso en el mundo de los vivos. La imagen se conserva ten una foto, la voz en un video. Pero el olor no. Eso me pareció muy doloroso, y cuando desarmé la casa de mi padre recuerdo que olí muchas de sus pertenencias. Ese fue realmente el punto de partida para empezar a imaginar esta historia, que por supuesto no es autobiográfica. Me parece interesante pensar la memoria a partir de los sentidos.

Hay un eje central a lo largo del libro, la vejez, en diferentes momentos, de las mujeres, ¿qué de esto le interesa para plasmarlo en diferentes relatos?

Creo que todo lo que tiene que ver con la experiencia humana es interesante para trabajarlo en la narrativa. La mediana edad en las mujeres, ese momento en que ya no somos jóvenes pero tampoco viejas, en que se ha vivido lo suficiente como para mirar atrás y ver todas las decisiones, buenas y malas, que se han tomado en la vida tal vez no se ha trabajado tanto en la narrativa y justamente por eso me interesa.

Hablemos ahora de la maternidad, pero también del rol de la mujer, pues uno de sus cuentos la protagonista vuelve a experimentar esto después de haber abandonado a su hija. 

El cuento “Muñeca de papel” está inspirado en la historia de una artista británica que conocí cuando yo vivía en Francia. Ella había abandonado a su hija de cuatro años, la había dejado con su exmarido, y se había ido a Estados Unidos a desarrollarse con artista. Ella me contó esta historia muchísimos años después cuando estaba intentando recuperar su relación con su hija. Siempre me pareció una historia muy fuerte, y a mí me intrigaba ahondar esas las motivaciones que podrían llevar a una madre a hacer eso, en los deseos encontrados, en las necesidades insatisfechas, en las propias contradicciones. ¿Qué puede llegar a sentir una mujer que toma esa decisión y luego se arrepiente (o no) de ella? A partir de eso escribí este cuento tratando de explorar esas emociones.

En sus palabras, ¿cómo definiría el concepto de duelo y abandono?

El duelo me interesa como algo profundamente humano. Todos vamos a perder a alguien querido en algún momento de nuestras vidas y todos deberemos pasar por la experiencia tan humana de hacer un duelo. El duelo implica que el cerebro entienda y acepte la ausencia, y hay un periodo durante el cual esto todavía no ha ocurrido y la persona se siente en un lugar entre la realidad y la irrealidad, entre la vida y la muerte, entre el presente y el pasado, entre la aceptación y la negación.

¿Cuál ha sido su relación con la muerte?

Ha sido la relación de cualquier ser humano con ella. Es decir, vivir con la conciencia de qué somos mortales, por abominable e incomprensible que resulte esta idea. La muerte es el misterio mayor, el misterio indescifrable, y a mí como escritora eso me interesa mucho.

Hablemos de estar en estado de observación para luego escribir.

Creo que el trabajo del escritor es mucho más que sentarse a escribir. La mayor parte del trabajo del escritor es vivir en ese estado de observación. Mi maestro, el escritor Mario Levrero, decía: “ser escritor es una manera de mirar”. Ese estado observación se convierte en una manera de estar en el mundo, y de ahí surgen casi todos los textos, de algún detalle visto, una conversación oída…

¿Cuáles son esas pasiones y obsesiones que la atraviesan?

Muchas, porque soy muy curiosa y todo me interesa. Algunas son las que ya conversamos, es decir la muerte, el duelo, la memoria, la ausencia. Pero hay muchas más que he tratado en otros libros y que van desde la migración, la naturaleza, la maternidad, el cambio climático, la amistad, en fin, la vida misma.

Por último, ¿qué es el silencio y cómo se relaciona con él o ellos?

El silencio es fundamental, no sólo porque es necesario para poder conectarse con lo que uno quiere escribir, sino porque el silencio también es parte fundamental del texto. El texto literario se escribe con palabras, sí, pero también en buena medida se escribe con silencio, con aquello que no se dice pero que está allí.