LA MANO QUE CURA: BRUJERÍA Y PODER EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA

Porque, al final, la brujería nunca desapareció — solo cambió de forma, esperando el momento de volver a encantar al mundo

Por María José Zulaica

La brujería ha sido un tema recurrente desde tiempos antiguos, pasando de ser una figura temida y perseguida a convertirse en un símbolo de poder, misterio y transgresión. Según la época y el contexto cultural, las brujas han sido retratadas como seres malévolos, sabias consejeras, víctimas de la sociedad o incluso heroínas.
En la literatura latinoamericana, la brujería está profundamente ligada a la tradición oral, a las creencias indígenas y afrodescendientes, y a la historia colonial de la región. No es solo un recurso narrativo, sino un reflejo de las tensiones entre lo sagrado y lo prohibido, entre el poder y la marginación. Aquí, la magia no es un adorno, sino un código propio de la realidad, un espacio donde lo imposible se filtra en lo cotidiano sin necesidad de explicaciones.
El realismo mágico fue clave en esta integración, creando mundos donde lo sobrenatural convive con lo real sin pedir permiso. Autores como Gabriel García Márquez, Isabel Allende y Juan Rulfo moldearon atmósferas en las que la magia no es un truco ni una metáfora, sino parte esencial de la existencia.
Sin embargo, la brujería en la literatura ha evolucionado. Hoy, sigue viva en nuevas voces que la reinventan desde la oscuridad, el instinto y la memoria ancestral. Autoras como Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero, Dolores Reyes y Lina María Parra exploran la hechicería con una mirada más visceral, inquietante y profundamente personal.

EL UNIVERSO DE LINA MARÍA PARRA
Entre estas autoras, Lina María Parra destaca por su capacidad de entrelazar lo mágico y lo tangible, transformando la brujería en una herramienta para lidiar con los miedos más profundos. La mano que cura sigue una arquitectura que oscila entre lo fragmentario y lo ritual, atrapando al lector desde sus primeras páginas. Este, al igual que Lina, comienza a percibir señales: imágenes que parecen susurradas, gestos cotidianos cargados de un peso invisible. No hay grandes descripciones y, en una narrativa que pudiera parecer simple, el lector se descubre atrapado, como si la historia misma estuviera tramando algo, esperando el momento preciso para revelarse por completo.
La narración avanza con una cadencia hipnótica, donde la autora prescinde de lo innecesario y, en su lugar, teje una atmósfera envolvente y tensa. En su obra, los elementos ancestrales no solo son rescatados, sino resignificados, llevándolos a escenarios donde la magia se convierte en un acto de poder, memoria y sanación.
Su estilo oscila entre la sutileza y la crudeza. Su prosa no solo cuenta una historia, sino que construye atmósferas densas, cargadas de simbolismo y tensión, utilizando una narración sensorial que apela constantemente a los sentidos: olores espesos, sonidos que vibran en la oscuridad, tactos que dejan marcas. No se conforma con describir lo mágico; lo vuelve tangible. Y es precisamente en esa tangibilidad donde la obra encuentra su centro. La magia no irrumpe como un espectáculo de luces y sombras, sino que se filtra lentamente en la realidad. La magia no se busca, te encuentra; es un proceso silencioso, casi imperceptible. De pronto, el lector y la protagonista se dan cuenta de que ya han cruzado el umbral.
Sus personajes no solo tienen poder, lo padecen. Y ahí es donde su escritura se vuelve más inquietante. No hay nada más aterrador que lo que no se puede ver, pero tampoco hay nada más poderoso que aquello que, aun sin una forma definida, sigue acechando desde el umbral de lo desconocido.
El poder, en la narrativa de Parra, es una fuerza ambigua, siempre oscilando entre la creación y la destrucción. Quien lo posee no solo enfrenta al mundo, sino también a sí mismo, atrapado en una lucha interna.
Heredar la magia es, en cierto modo, cargar con una historia. Es caminar entre lo sagrado y lo maldito, entender que lo maravilloso y lo terrible siempre van de la mano. Porque la magia, cuando se recibe como herencia, no solo otorga poder, sino también la responsabilidad de decidir qué hacer con él. Porque, al final, la brujería nunca desapareció—solo cambió de forma, esperando el momento de volver a encantar al mundo.
En conclusión, Lina María Parra escribe con la certeza de quien ha visto cosas que otros apenas intuyen. No teme mirar de frente lo que asusta, lo que duele, lo que deja cicatrices. Su narrativa es un conjuro en sí misma: primero seduce, luego sacude.

¿Quién es Lina María Parra?
Escritora, editora, tallerista y docente, licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana y magíster en Estudios Literarios Latinoamericanos de la Universidad de Leiden en Holanda. Autora de Malas posturas (Eafit, 2018) y Llorar sobre la leche derramada (Animal Extinto, 2020), sus cuentos han sido publicados en el suplemento Generaciónde El Colombiano, en la revista Odradek, el cuento y en la revista Escritos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UPB, así como en las antologías The Crisis Inside (Alemania, 2016), Ganar es perder un poco (Tragaluz / Caín Press, 2019) y Cuerpos (Seix Barral, 2019). Es fundadora de Atarraya Editores. Autora de la novela La mano que cura (Alfaguara y Editorial Tránsito, 2023) Polilla editorial 2024.