Narcoidolatría: Cuando la música glorifica la violencia

Por Leda Rodríguez

«Fiel mensajero de Dios», es la frase que utiliza el famoso cantante Gerardo Ortiz en su biografía de Instagram. Me fue inevitable soltar una irónica risa ante el descubrimiento, pues la razón que me llevó a visitar por primera vez su perfil había sido un encabezado que aseguraba que el cantante se declaraba culpable de tener vínculos con el narcotráfico. Aunque, como en todo proceso legal, aún se discute el nivel de participación en actividades ilícitas que esta celebridad podría o no tener, más allá de haber dado conciertos para integrantes del CJNG (reconocido grupo de narcotraficantes mexicanos), la finalidad de estas líneas es evidenciar un problema de fondo que poco se ha intentado disfrazar.

“Ortiz tranquilamente saca una pistola y le dispara al hombre en la cabeza, salpicando su sangre en la pared de la habitación. Después jalonea a su novia, vestida con poca ropa, la agarra por el cuello y la encierra en la cajuela de su automóvil. Policías armados irrumpen en su casa, pero ya es demasiado tarde. Ortiz, indiferente, tira su cigarrillo al piso, encendiendo un rastro de gasolina que envuelve al auto en llamas y quema viva a su novia. El cantante entonces sonríe espeluznantemente y camina con estilo, alejándose mientras las llamas crujen detrás de él”.

Esta descripción corresponde a su video “Fuiste mía”, que las autoridades censuraron tras una avalancha de reclamos sociales por permitir que una clara apología al feminicidio se considerara artística. Pese al escándalo e incluso al arresto del cantante, este nunca mostró arrepentimiento, y 50 mil pesos mexicanos de fianza bastaron para que el asunto quedara en el olvido. Y no cabe duda de que el pueblo olvida…

Confieso que jamás he escuchado la música de Gerardo Ortiz y que, si lo he hecho, no lograría reconocerla. Pero mi gusto musical resulta irrelevante frente a los 7.8 millones de personas que escuchan sus canciones en Spotify. Me bastó leer algunas letras de sus composiciones más famosas para encontrarme con numerosos narcocorridos que, aunque unos sean más descarados que otros, dejan poco margen para la duda. Ante líneas como “Yo le agradezco al señor Chapo”, no hay mucho que especular.

El debate sobre separar el arte (si es que a eso se le puede llamar arte) del artista ha generado gran controversia en redes, ya que como sociedad nos pesa abandonar la admiración —e incluso idolatría— que sentimos por cantantes, escritores, actores y demás celebridades cuya vida personal está llena de oscuras infamias. Sin embargo, creo que dicha nostalgia tiene un límite.

México atraviesa una crisis de violencia imposible de ocultar. Son pocos los rincones de esta tierra que no viven con el miedo de convertirse en una cifra más dentro de las estadísticas de homicidios, desapariciones y torturas que tiñen de rojo nuestra bandera. Ante tal panorama, replicar en cualquiera de sus formas contenido que motive o celebre la violencia es una contribución negligente a la glorificación de quienes la ejercen. El aparente acto inocente de escuchar una canción de contenido bélico no hace más que enriquecer a quienes disfrazan con música la aceptación de un mundo donde el sadismo y la mafia imperan. Vaya forma de profanar un arte tan bello como la música.

“Nadie me ara odiarte bro…”

Escribió, con ilustre elocuencia, un usuario de redes sociales en la última publicación del cantante norteño, consiguiendo 712 likes en su comentario. Fue respaldado por cientos de personas que pedían que Ortiz extendiera su gira de conciertos a más ciudades. Con gente así, tristemente, probar mi punto se hace demasiado sencillo. Es de esas veces en las que preferirías no tener la razón. Puede que, como yo, apreciado par de ojos que me lee, te preguntes: ¿cómo es posible que este turbio personaje siga teniendo tantos fanáticos y seguidores?

El truco es sencillo. Basta con seguir al pie de la letra la siguiente receta: endulza tu discografía con un par de baladas románticas que se vuelvan hits para que tus amargas odas al narcotráfico pasen desapercibidas. Adereza tus melodías con identidad norteña para que el oyente promedio te defienda en redes asegurando que eres un salvador de la música regional mexicana. ¡Eso les encanta! Te volverás tendencia y ganarás seguidores. Publicidad gratis derivada de la polémica: ¿habrá algo mejor?

Ah, se me olvidaba. El ingrediente secreto para asegurar a las masas: pon en tu biografía de Instagram una frase que te haga parecer devoto a Dios o a Jesucristo; da igual cuál (tip: usar un versículo de la Biblia al azar nunca falla). No importa que toda tu vida y obra sean amoral y anticristiana. Créeme, nadie se dará cuenta. Y, si en algún torpe instante te llega el clásico remordimiento de conciencia, despreocúpate: no eres el único. Hay decenas de artistas que llegaron a la lista de “los más escuchados” con esta poderosa receta.

Ahora sí, ¡todo listo para disfrutar!