De la frustración a la comprensión 

Por Giovani Espino

Estuve platicando con un terapeuta sobre situaciones que son molestas en las relaciones con las demás personas, comentaba sobre la FRUSTRACIÓN y se me quedó grabado algo muy importante que él mencionaba: “Debemos aprender a frustrarnos”. Esto me hizo cambiar mi percepción sobre la forma en que hacemos frente a este concepto. Para comprenderlo un poco, primero debemos saber que está catalogado como un “sentimiento” que hace vernos insatisfechos o fracasados a la hora de experimentar un evento que no ha salido como “yo” lo esperaba. 

La frustración está asociada a una de las seis emociones básicas que regulan nuestro comportamiento y carácter aprendido, o temperamento heredado. Es una emoción que tiene que ver con la ira: en ésta podemos vernos inmersos en reacciones fisiológicas que, según los expertos, neurólogos y científicos nos han contado que tienen una base primitiva. 

Pero, ¿por qué primitiva? pues resulta que en el sistema nervioso central (cerebro) existe una zona llamada sistema límbico, la cual, esta expresada en participar activamente con las emociones y en las respuestas viscerales de las conductas que tengan que ver con ellas. El cerebro humano y sus reacciones son tan complejas y diversas que aún hay mucho por investigar; pues el cerebro es tan místico que es como explorar el universo mismo. La activación primitiva de la que hablamos tiene que ver incluso con la necesidad básica de saciar nuestra hambre y, aquí un ejemplo de como el no cumplir con ello nos lleva a desesperarnos e, incluso, hacernos sentir molestos.

Frustrarnos nos puede llevar a otros estados emocionales y concepciones mentales que pongan a prueba nuestro carácter o temperamento, como bien ya se mencionaba, estos dos también son importantes para “aprender a frustrarnos”. Resulta que el “carácter” es un estado de ánimo que nos ayuda a tener una buena relación con las personas, pues estamos acostumbrados a mirar bien a una persona que tiene un “bonito carácter”, nos atrae más, nos hace sintonía y podemos empatizar; en cambio, una persona que tiene poca educación de su carácter nos lo hace más difícil de digerir. Pues no las preferimos, nos incomodan y buscamos alejarnos, justo por un principio primitivo de supervivencia.

En cambio el “temperamento” se mira innato, algunos especialistas se atreven a decir que es heredado, pues describe una forma personal de reaccionar ante ciertos eventos o estímulos del ambiente que nos rodean, ya que,  se manifiesta en conductas adaptables o poco sociales, pues seguramente habrás escuchado hablar sobre personas temperamentales que son de “genio vivo” y con frecuencia cambian de humor o estado de ánimo. Sí, aquellas personas a las que estamos acostumbrados a llamar “volubles”. 

Actualmente vivimos en situaciones de tensión que podemos resolver inmediatamente, si no sabemos algo lo googleamos y, voila, lo sabemos. Si tenemos hambre basta con mover un poco los dedos y en un chasquido saciar nuestra hambre a través de una aplicación. 

Comunicarnos a distancia es más sencillo que hace veinte años, es aquí donde hemos “desaprendido a frustrarnos”, pues en el ejercicio de la inmediatez también desplazamos la frustración y, desde la humilde perspectiva de este autor, esperamos con ansias la tele-transportación.  

He aquí que ya tenemos más claro todo lo que involucra la mentada “frustración”: evitamos a toda costa que las cosas nos salgan mal o que no salgan como ya las teníamos planeadas pues corremos el riesgo de enfadarnos y terminar frustrados

Pero, ¿cómo le hacemos para aprender a frustrarnos? 

Resulta que por nuestra historia primitiva de querer resolver todas las situaciones que se nos presentan buscamos tener el control de la mayoría de las cosas que nos rodean, “aprender a frustrarnos” significa soltar el volante, ya que nos sentimos con la necesidad imperante de solucionarlo todo, incluso el control excesivo nos ha llevado a tener sociedades e individuos que padecen de “ansiedad” vernos reflejados a través del éxito o el fracaso de algunos nos aterra y el no “ser” como aquellos puede frustrarnos. 

También, hemos perdido el control de nuestros anhelos, dejar que las cosas fluyan tal y como se nos presentan o saber que no podemos resolverlas inmediatamente como estamos acostumbrados nos puede ayudar en el tema de aprender a frustrarnos.

Como ya lo ha dicho un famoso filósofo alemán “diez veces al día tienes que superarte a ti mismo durante el día; esto produce una fatiga buena y es adormidera para el alma”. Esta frase hace referencia a que tomar el control nos genera bienestar ante el llamado “ego” o “placer” y aquellas cosas que no nos generan una saciedad inmediata nos frustran. Comprender que no todo está en nuestras manos o que los anhelos tienen un tiempo para reflejar sus frutos nos hará fuertes. Frustrarnos nos hace más capaces de vivir en paz con lo poco o mucho que se tenga. ¿Y tú, qué tanto deseas tener el control o poseerlo todo?