SE CUMPLEN 8 DÍAS DEL TREND GHIBLI

El arte de sentir y el efecto Ghibli


Por Margot Cortázar

Hace algunos ayeres Hayao Miyazaki dijo “Es un insulto a la vida misma” en un video, cuando le preguntaron sobre la inteligencia artificial y su uso. En últimos días, este video se ha editado y tomado como una respuesta ante la ola de imágenes al estilo Estudio Ghibli que inundaron la red.

El ultimo fin de semana de marzo de 2025, se creo un fenomeno en las redes sociales de gran parte de la Ciber población en el mundo, estallaron y se llenaron de imágenes al estilo del estudio Ghibli.

Como decimos en México, todos se subieron al trend del mame, incluso aquellos que nunca en su vida han visto una sola de las películas japonesas en las que están “inspiradas” las imágenes.

Todo empezó porque OpenAI lanzó una actualización en ChatGPT, basada en el modelo GPT-4. ChatGPT ya contaba con DALL-E, una opción con la que se generaban imágenes. Desde su lanzamiento, hubo preocupación por parte de muchas naciones, artistas y organismos gubernamentales que defienden la privacidad, debido a la generación de imágenes y a la protección de la información digital que circula en las redes sociales, la cual está básicamente colgada en la web de manera gratuita y a la que OpenAI, Google, Apple, Android, Amazon y demás ciberempresas tienen acceso.

Detrás de esta tendencia hay una genuina preocupación por parte de artistas y trabajadores del arte, quienes han manifestado su inquietud sobre el descontrolado uso de la IA en la vida diaria y cómo ha reemplazado voces humanas. Un ejemplo de esto son las voces que se utilizan en TikTok para narrar un video, o la generación de imágenes impensables, como aquella que se hizo viral del Papa vestido de Balenciaga y al estilo rapero. Hayao Miyazaki apela a los sentimientos, considerándolos la esencia de cualquier manifestación artística.

Sobre este pensamiento, con el que coincido, debo decir que para mí el uso de la inteligencia artificial para generar imágenes, ilustraciones, música, novelas, cuentos, ensayos, videos, fotografías, conversaciones e incluso asesorías psicológicas se está desbordando.

Creo que se le está dando un peso y valor a la IA en nuestra vida diaria como si fuera algo sin lo cual la vida tal como la conocemos no pudiera seguir. Se nos está olvidando que las herramientas digitales solo deben ser herramientas. Por ejemplo, para mejorar el color de corte final de una película, para afianzar la mezcla sonora en el caso de la música, para corregir ortografía en un texto o para apoyar a la ciencia, como ha sucedido en su uso para avances médicos.

Con el desbordado fenómeno del fin de semana, queda demostrado que, para muchas disciplinas artísticas, la IA no está siendo una aliada. Y aunque muchos usuarios comparan el pensamiento de que el uso de la IA es algo práctico, bueno y no le encuentran lo malo, lo cierto es que está aislando al arte de su componente esencial: los sentimientos.

Está sucediendo frente a nosotros un fenómeno que puede cambiar la manera en la que nos relacionamos. Está ocurriendo de manera global el acto de desconectarse de lo humano para vivir en la virtualidad.

Creo que quienes utilizan la IA, incluso para contestar un correo, se están olvidando de dos puntos importantes.

La realidad que compartimos todos quienes tenemos acceso a internet tiene dos vertientes.

Como número uno, todos quienes usamos redes sociales somos un personaje virtual, el cual muestra solo una de sus caras, y no una cara muy real. Nadie es como se ve en redes sociales; más bien, se muestra la cara que se diseñó a partir de publicar solo lo bueno que nos acontece y que el algoritmo califica, clasifica, segrega y convierte en un número más.

Pero hay que estar muy conscientes de que en las redes sociales somos un personaje, y de ninguna manera debemos creer que nos vemos a diario como en las fotografías con filtro, o que somos ese exitoso ser al que solo le pasan cosas hermosas.

Quien tenga como meta llegar a uno de los ideales virtuales, ya sea como creador de contenido, o crea que es ese personaje que refleja, o que cree que todos nos creemos la vida que publica en Instagram, está teniendo serios problemas de identidad. Como número dos, existimos en la vida no virtual, y existimos en la medida en que nos reconocemos y socializamos. Somos seres sociales, pero sobre todo, somos lo que hacemos en privado, somos cómo reaccionamos a los otros, al olor de los demás, a la presencia del resto, a los pensamientos, a las sensaciones, a las pláticas, al pensamiento de los otros, a lo que nos provoca el contacto humano. Somos eso que hacemos y cómo nos comportamos cuando no hay una cámara que lo capture, y sobre todo, somos un reflejo de nuestras relaciones interpersonales.

Las redes sociales y su excesivo uso han confundido a la mayoría de sus usuarios, haciéndoles pensar que son aquellos personajes virtuales. Genuinamente, hay creadores de contenido, líderes de opinión que creen que son un personaje que todo el mundo conoce, exigen respeto e idolatría por aquello que representan de manera virtual. Es más, intentan que esa vida virtual les dé comodidades, lujo y poder en la vida no virtual; cabe mencionar que muchos lo logran.

¿Cuántas personas conocemos que dejaron de llamarse por su nombre y apellido para ser «el patrón», «la modista», «el portero», «el fotógrafo», «peluchín32» o el nombre de sus emprendimientos, y comenzaron a comportarse como una empresa en su día a día? Muchas personas genuinamente creen que son esos seres de la pantalla, que sus mejores versiones son aquellas que la IA les muestra de sí mismos, o aquello que muestran en las redes sociales. Miles de personas han cambiado de vida o se sienten frustradas por no poder tener la vida que les gustaría mostrar en redes.

¿Y esto qué tiene que ver con Estudio Ghibli? Pues que la mayoría de las personas invierte casi todos sus recursos, económicos, personales y profesionales en ser o parecerse más y más a la imagen que aparece en la fotografía de Instagram, en lugar de atender sus necesidades personales.

Por eso, toman fotografías hasta de la comida, de cada detalle de sus vidas, de su intimidad, se toman fotos semidesnudos, se apegan a los trends del momento; todo esto los hace estar presentes en la vida virtual, pero ausentes en la vida que les toca vivir. Por ello, hay menos tolerancia a la frustración, menos gente entendiendo rasgos de personalidad y calificándolos de «narcisistas». Ahora, todos tienen TDH (trastorno de déficit de atención), trastorno narcisista de la personalidad; todos se autodiagnostican alguna enfermedad o se inventan diagnósticos psicológicos y psiquiátricos. Muchos usuarios se obsesionan con los estilos de vida de los ricos, de los famosos, y sus metas personales van desde convertirse en el doble de alguien famoso hasta lograr lo mismo que alguien a quien admiran, siguiendo sus pasos como si se tratara de una receta de cocina.

Cuando no generamos un diálogo, cuando no generamos pensamiento crítico y gastamos nuestros recursos económicos en el pago de la IA, en la generación de imágenes solo por pertenecer, porque se ve bonito, o solo porque todos lo están haciendo, nos quitamos la posibilidad de conectar con nosotros mismos, de descubrir nuestros verdaderos intereses, y, contrario a lo que nos hacen creer las redes sociales, nos perdemos la oportunidad de seguir construyendo nuestra personalidad. Hacer lo que todos hacen es deconstruir nuestra personalidad.

Estar y ser parte de una tendencia, por inocente que parezca, carece de sentido y de pensamiento crítico.

Dado que los artistas trabajan en un “estilo” que no es una ocurrencia, sino una forma de ver el mundo y algo que vienen trabajando desde la infancia, desde que descubrieron en el arte la manera en que se expresarán, al subirse a este tipo de tendencias, estamos apropiándonos de algo que un artista ha trabajado casi toda su vida. Es ofensivo para quien entiende la vida artística como una forma de vida, que esa manera de ver el mundo se vuelva tendencia solo porque se ve bonito y es fácil de generar a través de la tecnología.

A mí, me resulta preocupante que la capacidad para contestar un correo sea nula para muchas personas. No logro entender cómo alguien no desea escribir, cómo es que le pueden dar seguimiento a un tema del que ni siquiera pensaron la respuesta.

El arte es una manera de ver el mundo, una postura artística sobre cómo se interpreta aquello que le sucede al artista; es el universo del artista, reflejado en su “estilo”.

Para quienes vivimos del mundo de las artes, nos resulta sumamente insultante que el resto de quienes consumen productos artísticos no entiendan que la vida artística no es una ventana de distracción; es una postura, una filosofía de vida. Por eso Miyazaki está ofendido: el universo que ha construido a partir de sus vivencias, de horas y horas de dibujos, ilustraciones, historias de vida, horas de lectura, de cientos de horas de pensamiento, se ve resumido a una tendencia que parece no importarle aquello que sí tiene el arte creado por humanos: los sentimientos.

Tengo la dicha de pertenecer a un exclusivo, privilegiado y hermoso grupo de mujeres y hombres creativos, creadores, todos ellos talentosos en sus áreas. Sé, de manera consciente, que vivo el privilegio de pasar casi todo el tiempo que estoy despierta con y entre artistas, quienes poseen un estilo único, inigualable, irrepetible en sus obras.

Seres humanos con quienes no solo comparto mis afinidades estéticas y artísticas, sino también mi sistema de valores, mismo que se ve reflejado en cada obra que creamos juntos o por separado, porque aunque para muchos es inaceptable, la obra es inherente al artista.

Por eso la importancia de los museos, de las biografías, de las galerías, del pensamiento crítico, de la filosofía, de la literatura, de la empatía, del arte como manera de vivir. Hay seres que no podemos vivir, existir, movernos o dormir si no estamos en contacto con nuestro lado artístico a diario. La vida sin arte es un desperdicio. Y prueba de ello fue la pandemia: todos queríamos ver películas, series, leer libros, aprender alguna habilidad artística, porque para muchos no solo fue refugio, fue el puente entre lo que sentían y el exterior.

Valorar el trabajo artístico de los creadores no solo tiene que ver con una remuneración económica; tiene que ver con valorar eso que nos muestran las obras de arte, eso con lo que uno conecta, es valorar y entender los conceptos del artista para entender el mundo de otra forma, para expandir el pensamiento, para ser más tolerantes y más empáticos, para maravillarnos ante lo que desconocemos, para conocer, para entender más, para que nuestra capacidad de abstracción sea mejor, para que no solo apreciemos la belleza, para cambiar la perspectiva, para aprender a observar, a leer diferente, para aprender a disfrutar la vida y la belleza, para no ser solo un esteta que consume arte porque se ve bonito o porque necesita sacarse la foto para luego colgarla en redes sociales, para entender que quien crea arte es un ser viviente, que se expone a ser atravesado por la vida, para luego, de esa experiencia, crear un concepto, un estilo y una forma de vivir. Lo que traduzco a una forma de sentir.

Una de las ventajas que siempre tendrá el arte creado por humanos es que podrá conmovernos hasta las lágrimas, porque por más avances que tenga la IA, jamás logrará acercarse a lo que uno puede sentir por su artista favorito, jamás podrá sentir, traducir o replicar esa conexión, eso que se siente cuando estamos en un concierto, en un museo, en una galería, o frente a un texto que nos desnuda porque existe el subtexto. Esa sensación inexplicable, ese efecto de la danza, del teatro, del cine, que nos genera pensamiento, que nos conmueve, que nos deja perplejos o que nos cambia la vida o la manera de ver las cosas. Eso solo puede lograrse de humano a humano. Por más que la IA comprenda el concepto de sentimientos, esos solo los humanos podemos traducirlos, palparlos y, sobre todo, sentirlos.

Deseo, con todo mi ser, que los avances tecnológicos no nos rebasen como sociedad, que sigamos reuniéndonos para dibujar en grupo, para platicar, para escribir y para crear e intercambiar ideas, para hablar de qué nos hizo sentir una película, un cuadro, un texto, que sigamos reuniéndonos para respirarnos, para tolerarnos en lo masivo, para reconocernos, para seguir intercambiando miradas con desconocidos que en realidad nos son familiares porque reconocemos humanidad en ellos, sentimientos y valores.